domingo, 15 de mayo de 2011

15 de mayo 2011

Tuvimos un hechizo de grillos nocturnos y tardes verdes de verano. Supimos hacer conjuros amparados por el arrullo bueno de la inocencia. Ligarnos bajo un juramento tácito de sangre y hiel para conspirar e increpar la presencia del espíritu, rogando por protección en cada exorcismo dicho para evitar los males.
Tuvimos un hechizo. Un momento de afinidad perfecta, de comunión infinita, eterna.
El que entiende que la realidad es más íntegra lo rompe. Algunos tienen ese valor pero lo pagan caro.
Ayer alguien preguntaba ¿Estamos inventando que somos un grupo? Yo creo que no... lo que estamos inventando es que somos perfectos. Lo que estamos inventando es una forma de reparar ese daño que inevitablemente le hacemos a (nos hace) todo lo que amamos.
Por más deseo que le proyectemos no nos completa. Por mucho que lo cuidemos se agota.
Porque todo tiene su carencia. Somos incompletos. Nada posee todo lo que necesitamos para ser felices. Ni tenemos todo lo que nos piden. Nada es perdurable sin alterarse, sin cuestionarse ni corromperse. Nos chocamos contra nuestro "hasta acá llegaste, llegamos, somos..." Chocamos contra la desilución intelorable de reconocer esas carencias, esas diferencias que tanto nos reúnen y tanto nos separan.
Brindamos, nos entregamos, compartimos, tomamos, defraudamos, nos abandonan, nos vamos, cambiamos.
Hoy, aquí y ahora, conmigo como allá y entónces con otros, las fantasías se rompen... y el amor nos mira.
Nos desnuda con ojos brutalmente honestos. 
Me mira y me delata. Sigo buscando. Los sigo buscando para repararlos y repararme. Para que me vuelvan a amar.
Porque solo se odian las cosas que se quieren, solo te daña aquello suficientemente cercano como para acertar el golpe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario