jueves, 19 de mayo de 2011

Episodio 8.- Mentira la verdad

Hablando de cosas que se repiten, de lo que se intenta reparar en el interior, de todos esos personajes que se espiralan dentro de la mente, que reproducen tu historia, el modo en que te construíste, así es que se instalan dentro de mí todas estas cuestiones.
Ordenando cajas, frazadas viejas y más libros y fotos, encontré una bolsa llena de cartas de amigas, de dibujos de mis hermanas, líneas y contornos que hablan de ellas y de mí, de tiempo compartido. De esperanzas, de broncas e ilusiones. De contención y gratitud.
Me colmo de pensamientos acerca de como pude ser tan querida, tan fiel a mi esencia y defender esa fortaleza tan preciada que me sostuvo, esa fortaleza que era yo, para olvidarme tanto de mí, al punto de dejarme maltratar tanto tiempo.
Algo de esa fortaleza era más frágil de lo que yo suponía, algo de eso se rompió y por esas grietas comenzaron a filtrarse los demonios, las aguas oscuras.
El otro día mientras esperaba que me atienda la cosmiatra, tomé una revista de esas frívolas y sosas. En ella había una nota sobre la muerte, previo maltrato y quemaduras graves, de varias mujeres que se hicieron tristemente famosas por su desgracia.
Una especialista opina sobre porqué se elige quemar a la víctima: remite al medioevo, a destruir a la bruja, a hacer depositaria a la mujer de lo pecaminoso, de negarla con el único propósito de afearla para dominarla y someterla, para que no se vaya con otro.
Ni la frivolidad de las páginas de moda son ya un descanso, un oasis en el acabose.
Mentira que me quisiste. Yo fuí tu tabla de salvación, nada más. Fuí tu solución para todas esas cosas que no pudiste resolver porque estabas cagado en las patas, porque sabías que no eran tu escenario brillante, tu vida TOP.
Mentira que te importo, ni siquiera me conocés. Soy esa pusilánime inmoral que recibe el placer de tu dinero a costa de tu esfuerzo sin merecerlo, soy la falsedad que reniega del mundo con una vida doble faz. Y por eso no valgo nada, no tengo autoridad para reclamarte por la felicidad que te construíste a costa de oprimirme y maltratarme, a costa de negarme porque para verme tendrías que verte a vos mismo en el lugar de los malditos.
Me afeaste para poseerme.
Me negaste.
Esa es la verdad. La verdad que está en el vínculo. En el cómo y qué de lo que tomaste de mí, en el para qué.
Lo demás es todo mentira.

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