lunes, 30 de mayo de 2011

30 de mayo 2011

Una amiga me pregunta que fue lo que me enamoró de él. No lo recuerdo.
Busco en la vieja lata de galletitas Bagley donde guardo mis recuerdos esa bolsa transparente donde duermen sus cartas. Despliego pedazos de papel, son programas de cine y teatro, envoltorios de chocolates y alfajores, boletos de tren, entradas a la platea de la cancha, algunas tarjetas. Encuentro las cartas, las releo, lo que su letra desordenada me permite comprender.
Verdad es que yo era una chica confundida allá por 1992, que me había quedado sin nada de todo aquello que me había sostenido y hecho feliz durante años. Que me había quedado sin el futuro planificado hasta allí, sin apoyos, casi sin integridad y sin vocación. Que no había pegado una desde que terminé la escuela, que no podía aflojarle a la presión de mi familia, que tenía pocas amigas y un chico al que seduje y quise durante dos años para darme cuenta que no era para mí.
Cuando lo conocí, me enamoró su grito. Ese: "no encuentro mi lugar en este mundo que no entiende que soy sensible, que quiero ser diferente". Me enamoró su tristeza, su soledad. Su convicción de no vivir una vida indiferente, lógica, práctica y cómoda, sin sueños, sin tiempo para disfrutar de las cosas pequeñas que hacen que sea tan hermosa... o así decía.
Pero aún hoy, con veinte años más encima, leo esas cartas y vuelvo a sentir el mismo ahogo en las entrañas. Una ansiedad perturbadora y oprimente, un miedo inexplicable. Muchos te amo, muchos reclamos, muchos "ayudame, por favor, que vos sos todo y necesito hacerte feliz... con vos, para vos..."
Verdad es que yo era una chica insegura en aquel tiempo, llena de culpas y remordimientos, que no podía resolver mis desengaños y me pesaban mis pequeños fracasos, sus consecuentes desprecios y exclusiones. Que por tomarlo a él había dejado todo lo que tenía. Y después, no supe salir, cuando las entrañas comenzaron a crepitar de presión y encierro. Sólo como una adolescente puede, sentí que me había jugado todas las fichas y ya no había opción, no podía perder porque dejarlo a él era volver a nada... a empezar de cero, a no tener por donde empezar...
Esa es la verdad de la mentira. No tuve coraje más que para conformarlo.
Y conformé a todos, les di lo que esperaban.
Anoche veía por enésima vez una peli que me encanta. En la que una desesperada Kate Winslet prefiere suicidarse matando a su hijo, con tal de no ser cómplice de la traición de su marido. Traición de renunciar a una vida especial por jugarse a lo seguro.
Siempre pensé que yo era Kate, porque con el tiempo me fui dando cuenta que ese grito de rebeldía se apagó para dar paso al celular del trabajo, la ambición, la comodidad, las obligaciones. Y lo desprecié por eso. Le recriminé mil veces haberme arruinado la vida, dejándome sola y sin nada que valiera la pena saborear, ninguna ilusión que respirar.
Ahora veo que yo también lo traicioné, tal vez nunca tuve suficientes razones para quedarme con él, me jugué de alguna forma yo también por lo seguro. Y aprendí a quererlo después, cuando la vida nos fue pasando por arriba. Vida que fue vida, que fue hogar, hijos, aventura, sostén, vida que fue amor, sin dudas, amor profundo. Esa es la verdad.

martes, 24 de mayo de 2011

24 de mayo 2011

Me pasa que cuando leo las teorías de mis apuntes, necesito canciones, necesito mucho mate, blog, disociación.  Necesito en breve poner palabras, hacer tierra con la idea, escribiendo o cantando, como una forma de liberarla. Como si sólo liberándola pudiera apropiarme de su contenido.  Integrarla o desintegrarla, todavía no se bien.
Leo sobre la complejidad, sobre todos sus aspectos más imbricados, sobre su carácter auto-organizacional y generativo. Todo se embrolla en lo indecible y lo contradictorio, según Morín. La lógica de lo viviente escapa al todo o nada, y nos deja en la incertidumbre y la ambigüedad.
Y así de complejo es todo, incluso este momento de expiación y creatividad. Quiero y me resisto. Tomo y expulso. Actúo y paralizo.
¿Me asumo una cosa y la otra? ¿Una cosa con la otra, una cosa en la otra? ¿Inestable, fenoménica, cambiante? Siempre es posible rechazar lo complejo a la periferia… retener solo lo simplificable y reducir el resto a un entorno, dejar fuera.
Lo complejo se auto-organiza por caminos que no comprendemos porque miramos el imput y el output de todas las situaciones y dejamos de lado lo esencial: el camino, el hacer, el constituirse de las cosas. Y ese modo que tienen de encontrar su curso, de acomodarse lo nuevo y lo viejo, los miedos y las ganas, los unos y los otros dentro de un mismo sistema. De acomodarse y oscilar, en equilibrio y tensión, creando certezas y aperturas; dejando agujeros de sombra, diálogos infinitos, enlaces de luz.
Sé qué recibí, sé que resultó ser, estoy tratando de comprender como se encastraron las piezas porque quizás si desarmo se reacomode todo en diferente lugar y el curso sea otro. ¿Quién sabe…? ¿Quién me puede reprochar el intento? ¿Estoy viva o qué? Soy lo que hice con lo que hicieron de mí. Me asumo pero me resisto, no me resigno. Quiero más.
Después me iré tranquila a descansar en alguna canción, tal como al principio.

lunes, 23 de mayo de 2011

23 de mayo 2011

Un fin de semana más de esos y ya van... Reunión familiar, cumpleaños de mi vieja. Familia reunida para compatir, para escuchar música en un viejo tocadiscos, charlar, reír, comer, comer, comer. En ocasión de estar todos presentes mi hermana nos muestra un video de la ecografía en cuatro dimensiones de mi sobrina nonata. Sumado a la reciente llegada de otra integrante, todas las miradas y las voces insisten en reincidir en el inacansable cargoseo. Odio que me insistan con tener otro hijo. La nena, para festejar el auto nuevo... la nena, que él tanto quiere y yo no. Yo, la mala de la película, la castradora. Parece que lo huelen en el aire, que captan la resonancia del sistema de la culpa, ese sistema macabro funcional a esto, a seguir como siempre, con esa fantasía estúpida de que estamos taaaan bieeeen porque tenemos plata. No entienden que no puedo. Lo dificil que es para mí no saber todavía bien que le pasa a mi hijo, cuanto error mío se alberga en su lentitud de otoño, en su repliegue... No entienden que ahora es tiempo de proyectos personales, que encuentro por fin espacio para mi vocación. No entienden que no quiero darle más de comer al cadaver de mi matrimonio. Que no me interesa insuflarle nada que se parezca a vida, que no me importa mantenerlo vivo, que quiero que se termine...
Pero como habrían de darse cuenta esa caravana de mujeres salvajemente adaptadas a la postergación y el ninguneo. Tan felizmente instaladas en la idea de completud y amparo que les dan sus casas y sus matrimonios, tan satisfechas de sí, aún en la carencia, en lo que mienten y en lo que jamás se cuestionan.
Después me llama mi suegra. Que no la llamamos para ir, que ella no quería molestar, que tu mamá ya me dió la dirección de la casa nueva para ir a visitarla, que el nene dijo que me va a acompañar... Otra ronda más, y ya van...
Algunos deberían llevar el sello de misóginos en la frente. Algo que los señale, que los delate. Un grillete en el tobillo, un letra pegada en la espalda, algo... Porque parece que las mujeres acríticas y infravaluadas sí tenemos una señal, nos meamos el árbol entre nosotras, nos encanta formar un club grande como la humanidad misma, total, cuantas más seamos quien se va a dar cuenta.

jueves, 19 de mayo de 2011

Episodio 8.- Mentira la verdad

Hablando de cosas que se repiten, de lo que se intenta reparar en el interior, de todos esos personajes que se espiralan dentro de la mente, que reproducen tu historia, el modo en que te construíste, así es que se instalan dentro de mí todas estas cuestiones.
Ordenando cajas, frazadas viejas y más libros y fotos, encontré una bolsa llena de cartas de amigas, de dibujos de mis hermanas, líneas y contornos que hablan de ellas y de mí, de tiempo compartido. De esperanzas, de broncas e ilusiones. De contención y gratitud.
Me colmo de pensamientos acerca de como pude ser tan querida, tan fiel a mi esencia y defender esa fortaleza tan preciada que me sostuvo, esa fortaleza que era yo, para olvidarme tanto de mí, al punto de dejarme maltratar tanto tiempo.
Algo de esa fortaleza era más frágil de lo que yo suponía, algo de eso se rompió y por esas grietas comenzaron a filtrarse los demonios, las aguas oscuras.
El otro día mientras esperaba que me atienda la cosmiatra, tomé una revista de esas frívolas y sosas. En ella había una nota sobre la muerte, previo maltrato y quemaduras graves, de varias mujeres que se hicieron tristemente famosas por su desgracia.
Una especialista opina sobre porqué se elige quemar a la víctima: remite al medioevo, a destruir a la bruja, a hacer depositaria a la mujer de lo pecaminoso, de negarla con el único propósito de afearla para dominarla y someterla, para que no se vaya con otro.
Ni la frivolidad de las páginas de moda son ya un descanso, un oasis en el acabose.
Mentira que me quisiste. Yo fuí tu tabla de salvación, nada más. Fuí tu solución para todas esas cosas que no pudiste resolver porque estabas cagado en las patas, porque sabías que no eran tu escenario brillante, tu vida TOP.
Mentira que te importo, ni siquiera me conocés. Soy esa pusilánime inmoral que recibe el placer de tu dinero a costa de tu esfuerzo sin merecerlo, soy la falsedad que reniega del mundo con una vida doble faz. Y por eso no valgo nada, no tengo autoridad para reclamarte por la felicidad que te construíste a costa de oprimirme y maltratarme, a costa de negarme porque para verme tendrías que verte a vos mismo en el lugar de los malditos.
Me afeaste para poseerme.
Me negaste.
Esa es la verdad. La verdad que está en el vínculo. En el cómo y qué de lo que tomaste de mí, en el para qué.
Lo demás es todo mentira.

19 de mayo 2011

Me resulta más fácil escuchar los dichos entre metáforas que escuchar lo literal. Es que no puedo evitar cuestionarme. No puedo evitar resonar.
De todo lo que escucho y veo voy comprendiendo lo más temido. Voy a perder.
No importa cuanto demore en salir de la cancha, no importa cuanto ataje o cuanto contragolpee. Voy a perder.
Quisiera mi final de revancha, mi final de restaurant francés, pero no lo voy a tener.
Voy a perder y punto. Mejor que me resigne, porque se acerca el final y va a ser el mismo de siempre.

miércoles, 18 de mayo de 2011

18 de mayo 2011

Es una mañana fresquita, como se debe en otoño. Me levanto temprano, despierto a mis hijos, los despacho a la escuela donde habrán de pasar casi todo el día. A esta rutina le sigue el diario ritual de los mates en la cama, con los apuntes y los libros desperramados sobre el cubrecama y la tele encendida.
Ya son las ocho y media cuando decido levantarme, hay mucho que hacer hoy. Viene el carpintero y tengo que organizar varias cosas.
Antes estuve sintonizando un programa de televisión por mi canal favorito. Eugenia Tobal lo conducía. Actriz, rubia, flaca ella, muy flaca y linda, independiente, soltera, para algunos ícono de la moda y estilo, para otros sex symbol, diosa argentina. Cuando termina la emisión los títulos señalan: Rutas Solidarias, un programa producido por Eugenia Tobal, idea de Eugenia Tobal.
Esto amerita una breve reflexión.
No tengo ningún prejuicio contra las rubias, ni contra las mujeres lindas e independientes. Todo lo contrario.
¿Entonces que me moviliza de sus actos para traerme hasta el teclado?
¿Qué tenemos en común Eugenia y yo? Bastante poco. Pero lo poco es importante.
Me hace pensar que más allá de los rótulos y las fachadas, de los contratos con el status quo, de las obligaciones sociales, más allá de lo esperable, existe el goce de hacer el bien. De hacer cosas lindas y constructivas porque sí. Eugenia parece tener una natural predisposición de caminar mirando en panorámico, de mirar fijo a los ojos, con firmeza y ternura a la vez, de sonreir despojadamente.
Me hace pensar sobre qué es hacer el bien. Si es hacer algo que te gusta, si es hacer lo que el otro necesita o si es simplemente dedicarse a ser feliz y encontrar en cada acto, en cada hecho de la vida, gratitud.
La semana pasada una horda de triunfadores partió hacia un pueblo austero con una misión, impuesta, para seguir aprendiendo aún más sobre sus propios triunfos. Llegan como salvadores, se van como héroes, con la boca cargada de rabia y soberbia: el estado acá no llega, esos que tanto nos critican y tenemos que venir nosotros, a hacer lo que ellos no hacen y todos esos que se creen que son un país progre, que son una proyecto de cambio, mentira, mentira, hipócritas ellos y estúpidos los que les creen, pseudo hippies, pseudo zurdos de Palermo...
A la hora de querer hacer el bien, yo me siento como Eugenia.
Lo pienso, lo invierto, lo disfruto, lo amo, lo agradezco.
Agradezco que haya quien pueda recibirme. Agradezco que haya quien pueda sentirme y verme, volverme real. Quererme. Agradezco que haya alguien fuera de mí dispuesto a tomarme.
Detrás de lo que parece frívolo y vacío, detrás de las obligaciones y de lo esperable, de la subsistencia, el trabajo, el vestido, el super y el gimnasio, hay una vida para vivir. Para vivir con los otros. Una vida para entregar, para devolver al universo todo lo que se nos dió. Eso me pone bien. Y lo agradezco...
Esta noche cuando encienda de nuevo la tele, voy a sintonizar otro de mis mejores programas: Mentira la verdad, filosofía actuada y cuestionada. Para seguir aprendiendo.

domingo, 15 de mayo de 2011

15 de mayo 2011

Tuvimos un hechizo de grillos nocturnos y tardes verdes de verano. Supimos hacer conjuros amparados por el arrullo bueno de la inocencia. Ligarnos bajo un juramento tácito de sangre y hiel para conspirar e increpar la presencia del espíritu, rogando por protección en cada exorcismo dicho para evitar los males.
Tuvimos un hechizo. Un momento de afinidad perfecta, de comunión infinita, eterna.
El que entiende que la realidad es más íntegra lo rompe. Algunos tienen ese valor pero lo pagan caro.
Ayer alguien preguntaba ¿Estamos inventando que somos un grupo? Yo creo que no... lo que estamos inventando es que somos perfectos. Lo que estamos inventando es una forma de reparar ese daño que inevitablemente le hacemos a (nos hace) todo lo que amamos.
Por más deseo que le proyectemos no nos completa. Por mucho que lo cuidemos se agota.
Porque todo tiene su carencia. Somos incompletos. Nada posee todo lo que necesitamos para ser felices. Ni tenemos todo lo que nos piden. Nada es perdurable sin alterarse, sin cuestionarse ni corromperse. Nos chocamos contra nuestro "hasta acá llegaste, llegamos, somos..." Chocamos contra la desilución intelorable de reconocer esas carencias, esas diferencias que tanto nos reúnen y tanto nos separan.
Brindamos, nos entregamos, compartimos, tomamos, defraudamos, nos abandonan, nos vamos, cambiamos.
Hoy, aquí y ahora, conmigo como allá y entónces con otros, las fantasías se rompen... y el amor nos mira.
Nos desnuda con ojos brutalmente honestos. 
Me mira y me delata. Sigo buscando. Los sigo buscando para repararlos y repararme. Para que me vuelvan a amar.
Porque solo se odian las cosas que se quieren, solo te daña aquello suficientemente cercano como para acertar el golpe.

viernes, 13 de mayo de 2011

13 de mayo 2011

Verdades. Secretos. Palabras. Decir. No decir. Comunicar. No comunicar. Imposible.
Toda la vida gira en torno a una cuestion: la franqueza. Decir. Escuchar. No escuchar. Buchonear. Denunciar. Ser buchón. Deschabar.
He guardado secretos. Los he poseído. Pero no eran míos, no del todo. Los secretos se comparten entre varios, entre muchos que deciden no decir, negar algo que no soportan hacer evidente, que no saben o no pueden procesar. Se trasmiten de persona a persona. Se depositan en los hechos menos esperables, en los sujetos menos sospechosos. Se me ha invitado muchas veces a participar del secreto. Algunos los he abrazado casi con cariño, como contribución a la calma. Otros navegan en la cómoda canoa de una vida inconsciente permeable y permisiva. Los menos felices se me han impuesto sin alternativa, casi bajo coacción. He arrojado como saco de papas los míos sobre hombros ajenos, así sin preguntar, así sin apuntar.
Todo grupo tiene su secreto, dicen los libros, un secreto creado para reducir la ansiedad que genera alguna cuestión o para generar la fantasía de que, compartida, la ansiedad y el miedo desaparecen...
Una vez que te involucrás, el secreto es tu mayor posesión. Es lo que define tu lealtad y tu ética, tu compromiso y tus sentimientos. Es el que delinea tus interacciones, tus proyecciones, tu ser o no ser. Es lo que te oprime o te libera. Es lo que te habilita.
Estar en el secreto puede matarte o volverte más real.
A mí algunos secretos (ajenos, propios, a esta altura quien sabe...) me hartan y no quiero ya saber nada con ellos ¿Qué pasa si decido dejar de compartir? No lo se... depende de cuanta luz sobre el asunto estemos dispuestos a soportar...
Algunos secretos los vencí y se transformaron en ventanas abiertas por donde entra el mejor aire que respiro.
Otras veces los rompí y me fue muy mal.
A veces el secreto se empeña con ser la única verdad y todo el resto parece mentira.

martes, 10 de mayo de 2011

10 de mayo 2011

Es la una de la madrugada. No es tan tarde, pero debería estar durmiendo ya. Estoy sola. Mi marido está en viaje de trabajo y vuelve en dos días.
Me pasé otro día más con la memoria poblada de espectros. Amanecí imaginando un amanecer estrechada en los brazos de la libertad, descansando de un anochecer sensual, sugerente. A eso le siguió una mañana entre franelas y trapos de pisos hablandole a comensales que en mi cabeza se despotricaban viejos resentimientos y se bautizaban de verdades largo tiempo consagradas al secreto. Blandí mis soledades y las yuxtapuse a las de ellos, aglutinándolas en una unidad perfecta para llorar en presencia de todos y de nadie. La tarde se puso más alegre. Otra vez y por enésima ya, escuché las mismas canciones que los anteriores días. Los Ramones, los Sex Pistols, Cindy Lauper, Iggy Pop. Don´t you forget about me, don´t, don´t!! Baile sola en compañía de los imaginados de siempre. No les di un día de muertos ni un minuto de partidos. No los di por perdidos. No me di por expulsada. Ni por fea. No me di por rechazada ni por aludida. Era mi soñar despierta después de todo.
Volví a mirar las fotos, estudié los gestos, reviví todas esas sensaciones que quedaron inmortalizadas en la sonrisa de papel. Otra vez. Pero esta vez progresé algunos años. De la primaria a la adolescencia en el barrio, al trabajo en la escuela, de las últimas vacaciones con los viejos a las primeras sola, en grupo, uno diferente, ya de novia, ya casi señora.
Luego un breve chat. Se extraña un poco, no? Nooo, yo no extraño nada.
Y luego otro. Viste que María Laura deja, estoy asombradísima. Edgardo casi. Ya me parecía. Me está costando un montón, que cansada estoy. No se que me pasa, no me engancho, estoy colgada.
En la cama vueltas, más lágrimas, zollosos y de últimas a primeras acá frente al teclado con tanto para pensar... tanto para escribir y lamentándome de todas las cartas que tiré, el cuaderno diario que quemé y los que perdí. Me hubiera gustado saber con más certeza que pensaba y que me pasaba en aquellos años de mi vida. Recordé en algún momento de la tarde, otra tarde cuando mi amiga Claudia se apareció llorando: Que este grupo algún día se va a terminar, que los chicos no van a estar para siempre, que algún día nos vamos a separar... Mariana muy escéptica se rió. Yo, muy zen, le dije que lo importante es llevarse dentro de uno todo lo vivido. Y las dos coincidimos en que sí, algún día todo el presente va a ser pasado. Recuerdo una metáfora de uvas. Ah, sí, era Mariana diciendo que igual no había que quedarse con las ganas, que había que entregarse y disfrutar, sin pensar en el "se acaba", que era peor quedarse mirando las uvas lamentándose de que algún día ya no iban a existir. Pobre Claudia. Creo que no fue la misma desde ese día. Creo que ahí fue cuando decidió evadirse, mentirse no necesitar, replegarse en no me importa. Creo que ese día todos. De a poco hasta agotar la última suela.
¿Porqué me pasa todo esto? ¿Porqué me resuenan tanto las tripas de esos días? Lo esclarezco un poco mejor cuando hablo con Delia. Lo termino de contrastar con Rosita, con mi bendito ascendente en Piscis. Con esos procesos de disolución que no logro domar.
El año pasado cuando me pidieron el trabajo práctico de Dinámicas Grupales me pasó algo extraño. Miré la película como me dijieron. Por dos horas me sumergí en la vida del jóven francés perdido en la traducción de la vida en Barcelona, en sus vicisitudes de estudiante sin vocación, de desorden sin futuro. Me sumergí en su vida en convivencia con seis personas. Todos diferentes, todos como él. Como todo, como dice Claudia, un día se termina, un día el francés vuelve a Francia y no se lleva más que un diploma y un montón de rostros grabados en su corazón. Un tiempo los busca en cada mesa de bar, en cada plaza y en cada esquina. Un día los empieza a escribir.
Mientras tanto yo, al pasar la misma escena, veo otros rostros. De golpe como un disparo emergen a la conciencia, reviven. Se vuelven caos en la heladera, solidaridad, celos, intrusión, cariño, sabotaje. De repente se vuelven yo... tan parte de mí como mi cuello, como una de mis manos. El rostro de Darío es el primero, no se porqué. Le siguen algunos más hasta que las lágrimas me nublan la vista.
Este año termino mi carrera. El grupo que es, el de mis compañeros, pronto va a dejar de ser. El grupo que me recolocó en todos esos grupos que me hicieron. Pero más que en todos, en uno especial.
Mi miedo no es zonzo. Mi época pos grupo, fue la peor de mi vida. La época de tomar las peores decisiones. Las que me alejaron de quien soy en la luz y me dejaron en la oscuridad, sola, durante mucho tiempo. La forma de salir del grupo fue la que determinó el inicio poco creativo y sobreadaptado de los años siguientes. Todo por esa maldita costumbre que ahora me reconozco de no agotar los procesos, de no terminar nada. Porque las cosas no terminan hasta que terminan. Las cosas no se agotan hasta que uno ve el fondo. Y el fondo es vacío. Se siente hostil y excluyente. El fondo es nada.
Yo también me asusté, como Claudia, y dejé pudrirse las uvas en el árbol. Me fuí. Me solté de las ramas que me habían alimentado y mantenido verde. Me solté antes de tiempo, como una hoja en primavera. Está bien que no me perdonen, especialmente los que hacían llover...
Ahora estoy tratando de hacer lo mismo. Pero no, no voy a decepcionar desertando, no voy a lastimar dando la espalda, no voy a herir con mi orgullo de enana superada, ni acorazarme en mi vanidad ridícula y solitaria. Me quedo hasta que termine, remando, tirando de la soga para seguir avanzando hasta el fondo, hasta que salgamos todos. Hasta el final, en el que se que habré de sentirme abandonada y sola, pero esta vez no voy a ser cobarde. Me necesitan. Esta vez me juego por los que quiero, aunque no sean perfectos ni duren para siempre...

jueves, 5 de mayo de 2011

Episodio 7 - Karma done, karma finished

Es una mañana hermosa . Me encanta el color de las hojas que se deslizan por las veredas, color de rayos robados al sol. Camino, como hace varias semanas ya y por motivos personales, por mi barrio. Me asombro de ver la mirada generosa y admirada de los hombres sobre mí. En Villa Bosch, las cosas son más a secas.
Ando desentendida, como siempre, con mis Converse violetas, el jean gastado, sweater multicolor y un morral hindú cruzado de hombro a hombro que lleva desde hace tiempo prendido un pin de los Rolling Stones que compré en la feria de ciencias de mi hijo. Mientras voy por la calle, tengo la sensación dar una impresión precisa. Pero no. No soy rolinga. No soy hippie. Ni siquiera se bien que significa todo eso. Mi marido y mi hijo están yendo a retirar de la agencia un auto nuevo. Cero kilómetro. Mi marido es gerente de una multinacional. Yo soy la esposa de un gerente de multinacional. Y no se bien que significa eso.
Todo el camino tuve una imagen recurriendo a mi mente. Como en otras ocasiones, pensé que trataba de decirme algo y fantaseé sobre los posibles significados del mensaje, sobre alguna misión que me encomendaba. Algún llamado. Fantaseé y sin saber como ni porqué exactamente, terminé en el cementerio.
Caminé con una sonrisa soleada bordeando el paredón blanco,(arrancada de un piropo que me hizo el colectivero) preguntándome para qué estaba ahí y porqué cuernos no me habré casado con un buen muchacho boulognense. Entré y pregunté sobre un sitio que nunca había visitado. Tomé el papel con las indicaciones que me dió la empleada. Miré sus manos desplegando el plano y su dedo apuntando sobre un rectángulo particular. ¿Para qué vine acá? Agradecí y me encaminé, sin flores, vestida con colores de arco iris. ¿Para qué? ¿Para qué querías que venga? Vagamente recordé otros que estaban allí, a los que visitaba seguido hace muchos años. La garganta comenzó a achicarse. El pecho a comprimirse. ¿Para qué? Si ya me despedí de los que parten. Si no creo en la muerte. Si te dejé ir hace mucho cuando decidí guardarte con mis recuerdos y que permanezcas dentro mío como esa presencia sin tiempo que me ilumina, donde viven las cosas que me importan, lo que me hace feliz, lo que agradezco.
Quedé frente a frente a tu otra presencia, esa que no quiero ver, la que más duele y preguntándome para qué. ¿Para qué querías que venga?
Lloré cuando una mariposa anaranjada se acercó a los claveles que dormían en los floreros, cuando vi un nombre escrito, un segundo nombre que no recordaba. Quise escucharlo en mi cabeza en algún otro día. Alguno vivido y otro que inventé, al que le dibujé una sonrisa suya y manos entrelazadas.
Hablé un rato. Cosas incoherentes en su mayor parte. Algunos arrepentimientos, muchas disculpas, infinitas gracias por todo. Te quiero, te quise, te quiero, lo sabés.
Salí del lugar hacia una florería que estaba enfrente y le pedí al vendedor una sola flor. Mariana me dijo que Emilio decía que al cementerio se entra con una sola flor en la mano. Y Emilio todavía anda por ahí, así que no quise contrariarlo. Entonces, sin envoltorios y sin helechos, de jean gastados y un clavel violeta que el vendedor me regaló, acá estoy. Volví. Vine.
El tiempo sí pasó. Tal vez era eso lo que tratabas de decirme. No lo se. Tal vez era lo que necesitaba comprobar para enterarme de que se acabó. Que realmente ya no estás, que hacía mucho que no estabas, porque el tiempo pasó y hace que todo cambie. Hace que haya cosas que se elijan para dejar en el camino. Que uno ame, comparta, viva, aprenda, pierda y siga para adelante. Que la muerte sí existe.
De regreso otro colectivo. Más gente mirando los guanacos bordados en el bolsillo que cuelga sobre mi cintura. Ojalá hubiera entendido que no sabía nada cuando era la alumna buena de colegio católico. La hija de familia unida. La maestra de inglés. La novia del buen partido.
Ojalá hubiera estado lo suficientemente confundida como para no hacer el papel tan al pie de la letra.
Pero de lo que soy, de lo que tengo, es necesario aprender. Porque el tiempo pasa. Tal vez querías decirme eso hoy, mirándome a los ojos. No lo se.

miércoles, 4 de mayo de 2011

5 de mayo 2011

Balance del segundo bimestre del año.-
Vida académica: Comienzo turbulento y ansioso, desahogos varios que permiten aquietar las aguas, blandir las ideas con mayor firmeza.- Vida familiar: comunicación interferida pero con pronóstico de mejoras con el correr del año, algunas puntas de ovillo encontradas como para empezar a ordenar.- Amistades: algunas de viaje, otras se amigan con sus parejas, otras se separan, otras de comuniones y/o cumpleaños de quince, todas en sus casas, en el trabajo, algunas sin Facebook, yo sin celular, poco intercambio en general.- Trabajo social: comienzo tímido y poco provechoso, pero la convicción no se altera.-Sexo: esforzándose por repuntar.- Sobrinas nuevas: Una y otra en camino.- Fiestas de aniversario: una.- Libros nuevos: cinco.- Hijos rebeldes: uno.- Entrevistas de trabajo: cero
Sensación generalizada: hasta hace unos segundos era de orden.-