martes, 24 de mayo de 2011

24 de mayo 2011

Me pasa que cuando leo las teorías de mis apuntes, necesito canciones, necesito mucho mate, blog, disociación.  Necesito en breve poner palabras, hacer tierra con la idea, escribiendo o cantando, como una forma de liberarla. Como si sólo liberándola pudiera apropiarme de su contenido.  Integrarla o desintegrarla, todavía no se bien.
Leo sobre la complejidad, sobre todos sus aspectos más imbricados, sobre su carácter auto-organizacional y generativo. Todo se embrolla en lo indecible y lo contradictorio, según Morín. La lógica de lo viviente escapa al todo o nada, y nos deja en la incertidumbre y la ambigüedad.
Y así de complejo es todo, incluso este momento de expiación y creatividad. Quiero y me resisto. Tomo y expulso. Actúo y paralizo.
¿Me asumo una cosa y la otra? ¿Una cosa con la otra, una cosa en la otra? ¿Inestable, fenoménica, cambiante? Siempre es posible rechazar lo complejo a la periferia… retener solo lo simplificable y reducir el resto a un entorno, dejar fuera.
Lo complejo se auto-organiza por caminos que no comprendemos porque miramos el imput y el output de todas las situaciones y dejamos de lado lo esencial: el camino, el hacer, el constituirse de las cosas. Y ese modo que tienen de encontrar su curso, de acomodarse lo nuevo y lo viejo, los miedos y las ganas, los unos y los otros dentro de un mismo sistema. De acomodarse y oscilar, en equilibrio y tensión, creando certezas y aperturas; dejando agujeros de sombra, diálogos infinitos, enlaces de luz.
Sé qué recibí, sé que resultó ser, estoy tratando de comprender como se encastraron las piezas porque quizás si desarmo se reacomode todo en diferente lugar y el curso sea otro. ¿Quién sabe…? ¿Quién me puede reprochar el intento? ¿Estoy viva o qué? Soy lo que hice con lo que hicieron de mí. Me asumo pero me resisto, no me resigno. Quiero más.
Después me iré tranquila a descansar en alguna canción, tal como al principio.

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