viernes, 13 de mayo de 2011

13 de mayo 2011

Verdades. Secretos. Palabras. Decir. No decir. Comunicar. No comunicar. Imposible.
Toda la vida gira en torno a una cuestion: la franqueza. Decir. Escuchar. No escuchar. Buchonear. Denunciar. Ser buchón. Deschabar.
He guardado secretos. Los he poseído. Pero no eran míos, no del todo. Los secretos se comparten entre varios, entre muchos que deciden no decir, negar algo que no soportan hacer evidente, que no saben o no pueden procesar. Se trasmiten de persona a persona. Se depositan en los hechos menos esperables, en los sujetos menos sospechosos. Se me ha invitado muchas veces a participar del secreto. Algunos los he abrazado casi con cariño, como contribución a la calma. Otros navegan en la cómoda canoa de una vida inconsciente permeable y permisiva. Los menos felices se me han impuesto sin alternativa, casi bajo coacción. He arrojado como saco de papas los míos sobre hombros ajenos, así sin preguntar, así sin apuntar.
Todo grupo tiene su secreto, dicen los libros, un secreto creado para reducir la ansiedad que genera alguna cuestión o para generar la fantasía de que, compartida, la ansiedad y el miedo desaparecen...
Una vez que te involucrás, el secreto es tu mayor posesión. Es lo que define tu lealtad y tu ética, tu compromiso y tus sentimientos. Es el que delinea tus interacciones, tus proyecciones, tu ser o no ser. Es lo que te oprime o te libera. Es lo que te habilita.
Estar en el secreto puede matarte o volverte más real.
A mí algunos secretos (ajenos, propios, a esta altura quien sabe...) me hartan y no quiero ya saber nada con ellos ¿Qué pasa si decido dejar de compartir? No lo se... depende de cuanta luz sobre el asunto estemos dispuestos a soportar...
Algunos secretos los vencí y se transformaron en ventanas abiertas por donde entra el mejor aire que respiro.
Otras veces los rompí y me fue muy mal.
A veces el secreto se empeña con ser la única verdad y todo el resto parece mentira.

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