miércoles, 8 de febrero de 2012

8 de febrero 2012

Una frase del día: "Cuando el pasado te llame no lo atiendas, no tiene nada nuevo que decirte"
No estoy segura de estar del todo de acuerdo con lo dicho allí. El pasado me llama constantemente en medio del acabose, porque, como dice Mafalda, es el continuose del empezose que viene desenvolviéndose como una madeja desparramada sobre la alfombra, a veces dócil, otras enredada. 
No puedo evitar repensarme desde otros trances de mi vida parecidos a este y al fin termino descubriendo que sí, que el pasado tiene muchas cosas nuevas que decirme. Cosas que hoy puedo comprender mejor, que me sirven para no someterme a repetir los mismos pasos ni cometer los mismos errores. Que me sirven para resolver estos miedos y aquellos, que por tanto tiempo quedaron irresolutos e incompresibles actuando en la mente y golpeando sobre el corazón. 
Porque parece que todo duerme y nada importa porque ya pasó, y no es así.


Y en esas vuelvo a pensarte... Se viene mi cumpleaños, falta poco y las fotos que están guardadas donde siempre desempolvan mis recuerdos, se descongelan y caminan poblando el patio donde habitan casi todos los momentos más lindos de mi vida.
Una torta verde, una pollera también verde, flecos, flequillos, ojos azules sonrientes, ojos negros tristes, muy tristes, como adivinando su destino, chatitas blancas, jeans oscuros y piernas largas, muy largas, caras todas felices excepto una.
Cuando tuve ese sueño me miraba son esa expresión expectante y resignada como preguntándome: te diste cuenta? Sí, baby, me di cuenta, quedate tranqui, está todo bien... 
Me doy cuenta de que a veces no alcanza con quererse mucho. Que también hace falta querer las mismas cosas, tener las mismas inquietudes y deseos... o al menos algo más próximos o parecidos. Que hace falta pensar lo mismo o al menos escucharse mejor para aproximarse a un pensamiento común que te permita tomar decisiones que te acerquen a tus metas pero también a aquellos que están caminando junto a vos. Que te acerquen lo suficiente como para poder entregarte al camino de lleno y con convicción, por duro que sea el terreno y dolorosas que sean las caídas. Es más fácil con otro que ría a tu lado de las mismas cosas o te ayude a descubrir más belleza y ternura donde no la ves. Es más fácil con alguien que te mire a los ojos y ame tu locura y no que te ame con locura porque sí...
Uno quiere e insiste en retener las cosas que siente que va a necesitar irremediablemente siempre, porque las ama, porque se siente seguro y completo cuando las tiene.
Una amiga una vez me contó un cuento sobre unos aldeanos y unos sacos de papas. Lo que se guarda y ya no sirve pesa y da mal olor, y lo que es peor, duele...
Hace muchos años cuando las cosas empezaron a doler, simplemente se terminaron...
Al principio siguieron causando dolor, luego temblores y nuevos miedos, después arranques y deseos que me fueron empujando hacia diferentes salidas. Tal vez no encontré la mejor, pero encontré una que me permitió llenarme de luna y germinar. Y por momentos fui savia y fui feliz sin recordar.
Segura estoy de que nos quisimos mucho o jamás podrías haberme mirado así y estar presente tantas veces de manera inimaginable.
Estoy segura de que todavía nos queremos y siempre será así...
Pero a veces no alcanza con quererse nada más para compartirlo todo, para no hacerse daño. Los caminos se bifurcan. Y es mejor llevar el peso de extrañarse que cargar con muchos kilos de razones inservibles y aferrarse a una ilusión que al final simplemente duele.