sábado, 26 de noviembre de 2011

26 de noviembre 2011

No es que haya abandonado los espacios que inventé. Es sólo que algunos van quedando vacíos como parte de los movimientos que se producen. Como este, por ejemplo, que se fue desplezando despacito y tuvo la delicadeza de esperar sin reclamos a que vuelva.
Es que me habita un sosiego abundante y cómodo que me cuesta creer. Estiro las piernas por toda la cama y siento las sábanas frescas acariciándo mi piel. Tan libres son cuando no se alteran con las demandas que arremeten sobre sus músculos distendidos o con las respuestas que se hacen esperar para salir a la fuerza con una frialdad casi intolerable.
Tan flexible se escurre la vida, entrando por las ventanas abiertas como palmas generosas. No cabe en este instante de muslos blancos dormidos sobre algodón verde.
Será que ya introyecté tanto límite que al fin sea hora de desalinearse, de aflojarse flotando en una laguna de sol. Tan blanda es la guarida de mis descansos que ni siquiera tengo miedo de estar soñando.