jueves, 24 de mayo de 2012

24 de mayo 2012

Hace unos días anduve moqueando bastante mientras hacía mi autobiografía escolarizada para un trabajo práctico de la materia Didáctica. Me di cuenta de que afortunadamente, tengo muchos muy lindos recuerdos de mis días de escuela. Cuando los relato me doy cuenta del enorme recorrido que hicimos, todos, no solo yo, en casi cuarenta años. Buceo en la memoria desde el ´78 cuando, sin sospechar ni un poco la metáfora de protesta, cantábamos canciones de María Elena Walsh en el patio del Jardín mezcladas con otras que aludían a la noble moral del soldado. Las fiestas en la escuela eran hermosas. Siempre color, siempre música. Yo quería hacer de dama antigua y no me eligieron nunca, en cambio me pusieron pétalos y remera verde para hacer de germinación y cintas en el pelo para hacer de viento sur.
Fue en ese año, el ´78, que tuve mis primeras visiones del celeste y blanco flameando, agitado por las brisas, el engaño, la alegría y las pasiones. Años más tarde también los vi bañados de sangre, cubiertos de barro, oprimidos de verde. Barro y sangre, implícitos como tinta invisible y más adentro aún, los mil tonos de la luz, manifestándose en forma de historia, culturas, étnias, idiomas, credos, calles, vías férreas, cables de luz, playas, espigas, vuelo de cóndores, tantas cosas... no lo sé. Después me fui dando cuenta de que cada vez que ese lienzo se movía, millones de sonidos se desprendían de su seno para reproducirse en voces e ideas que siempre intentan ser portavoces de sus secretos, intérpretes de su canto y su esencia. Según como impactase cada oído, era la palabra en que se traducía.
En el año ´82, pocos días después de terminada la guerra, juré la bandera con mis compañeros de cuarto grado. Ese día llovía. Nos subimos al escenario del salón de actos para marchar y cantar. Teníamos la banderita escondida bajo la solapa del abrigo, del lado izquierdo, y al final de la marcha y la canción, la sacamos y la agitamos mientras nuestros padres e invitados nos aplaudían como a rock stars. Yo sentía que esa laminita celeste y blanca se soltaba de mi corazón y que mi mano la rozaba para liberarla, que ella encontraba sus alas al entrar en contacto con el aire y se hacía gigante en su vuelo por el salón, cubriendo a todos con una energía infinitamente amorosa y esperanzada. Muchas veces lo ensayamos y cada vez sentía lo mismo, y sentía que estaba bien hacerlo muchas veces para que el efecto fuese máximo e inolvidable. Y lloré... todos creían que era de emoción, por estar haciéndome grande. La verdad era que hacía dos meses que había empezado mi llanto, o tal vez antes... cuando vi a mis primos subirse a un avión para ir a ver a su padre, y entendí porqué mi abuela tenía un botellón forrado de estampillas que decían Helvética. O tal vez cuando una mañana me levanté de la cama y vi la tele encendida: un general cabizbajo, muy emocionado, era aplaudido y estrechaba las manos de otros uniformados como él, mientras le pasaba una banda de los colores de la bandera a otro, mi mamá, con una horrorosa cara y pisando el llanto, les gritaba: ¡Porqué no morirán todos de una vez! Y se prolongó muchas veces, por diferentes motivos, en claves distintas: preámbulo, urna, mundial, piernas flacas, inundación, cacerolazo.
Ahora, a mis casi cuarenta, todavía lloro en los actos escolares. La gente me mira como a una loca. Siempre puedo disimular pasando por "ay, es que actúa mi nene" o "es que estoy un poco sensible" (...si, estoy un poco sensible desde que nací...) Pero no es un llanto triste, eh, que no se malentienda...es más bien una sensación de claridad desbordante, de esperanza abrumadora.
Hoy estuvimos de acto escolar. El mayor en su colegio, viendo y cuestionando porqué se refleja lo malo mejor y más que lo bueno. El menor, absorto en el MP5, mientras la directora homenajeaba a sus compañeros porque se cumplían veinticinco años de la creación de su escuela. En los discursos se pronunciaban muchas palabras. Algunas que recuerdo son utopía e inclusión. El salón del Centro Deportivo Municipal es enorme, con gradas a los costados y en el fondo y al frente, una gigantografía del tamaño del living comedor de mi casa con los nombres de los gobernantes y símbolos partidarios. Nada importa el tamaño, es solo una porción. Un pequeño fragmento de su enormidad. En mi garganta Ella es inclusiva y utópica. Flamea esperando que yo la toque para darle alas.

2 comentarios:

  1. Muy lindas palabras Danii!! Te felicito, me hiciste recordar la ceremonia de la jura, el ensayo, que emocion teniamos todos!!! yo tambien me emociono en los actos, y canto fuerte el himno aunque los demas me miren con extrañeza...
    Le mando un besote a mi compañerita pecosa, esa que todavia conserva la sonrisa y la mirada picara y que fue mi camarada en los años lindos de mi infancia

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  2. Gracias, Kari!!! Te mando un abrazo enorme!!!

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