jueves, 14 de abril de 2011

14 de abril 2011

Ando caminando al filo del abismo entre la desidia y la erotización del exceso sin reparo en los daños. Cualquier cosa entra en mi sistema. Papas fritas envasadas con dulce de batatas y queso, sandwiches de lo que sobre en la heladera con postres explosivos tales como garrapiñadas o Marroc, más una seguidilla fatal de desayunos con salame y queso. Todo lo más que se pueda se adereza intensamente con mayonesa. Las porciones de hidratos de carbono son cercanas a una dosis de ansiolíticos o a cualquier cosa que produzca placebo.
En estos momentos desearía algún planeta en la sexta, para poder purgarme y eliminar de mí ese estado de saturación constante que me invade y encuentra recipiente en mi cuerpo cada vez más percudido. Creí que el yoga me iba a ayudar un poco a recomponer mi relación con él y que la homeopatía también haría de las suyas para aportar a la causa. Pero parece que el vínculo está más roto de lo que imaginaba y existen cosas de mi corazón y mi mente que aún no encuentran su terreno de decantación y se revuelven enturbiando la visión y la ganas.
Todos los días me digo, me voy a poner las pilas. Hoy por ejemplo amanecí mejor. Como ultimamente mi habilidad de disociación mental me está fallando, apagué la tele y no prendí la radio para concentrarme más y absorber mejor lo que estaba leyendo. Dió resultado.
Puede parecer una pavada, pero encontré en un acto simple y decoroso la capacidad de ponerme un límite, de cuidarme a mí misma y preservarme de esos impulsos negativos que me alejan de lo que necesito, de lo que se que me hace bien. Tal vez sea un comienzo para revertir el resto... quien sabe, lo escribo para no olvidarme de que hoy dí un paso adelante.

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