viernes, 11 de marzo de 2011

Episodio 5.- Polvo cósmico y tsunami

Nunca converso con los remiseros. Reconozco que no me resultan gente de conversación interesante. La charla de hoy fue más que impensada.
Se ve que el tsunami inundó más territorio que el que se ve en la tele. Es impactante ver tanto dolor, tanta destrucción. El remisero reflexiona sobre el origen marino de nuestra especie, acerca de la evolución, la transformación de la materia en nueva vida, en energía. Reflexiona sobre la reencarnación de una forma que me estremece. "Somos polvo cósmico"- dice y mi corazón pisciano no puede evitar adueñarse de la imagen.
Estamos hechos de estrellas, de savia y raíces, de frutos absorbidos por el suelo, de lava, del calcio de huesos fósiles de otros que pisaron antes este suelo. Nada muere, todo se transforma.
Hace miles de millones de años cuando la vida explotó en esta galaxia, eramos un mar y el creador dijo: Acá les dejo todo lo que van a ser. Es perfecto, esfuércense en hacerlo más bello.
El mundo está lleno de cosas hermosas. Esfuerzo de ese polvo cósmico por superarse, por ser milagro y maravillarse a sí mismo.
Somos una porción de ese milagro aunque creamos que nada existía antes de nosotros.
En la necia lucha de dominio entre la humanidad y el planeta, a veces la pelota juega en nuestra cancha.
Como en un cuento del Conde de Lautréamont, vacilan nuestras vidas entre el retorcimiento y la fascinación entre el el bien y el mal, la vida y la muerte. Midiendo el poder con el daño infringido sobre su cuerpo azul, ese mismo indispensable para nuestra supervivencia.
Pero hoy no es así.  A veces desde su seno, la madre azul se mueve cuando su tiempo dice que es hora de cambiar.
Me pregunto si el mar de nuestro origen no se consumará al cierre de nuestro milagro. Porque todo acaba. Hasta los milagros más bellos.
En la tele se suceden las imágenes del horror. También las de solidaridad global, las de la óptima eficiencia de una educación preventiva y asistencia de la tecnología en la catástrofe. Todas formas de hacerse presente. De agarrarse del brazo del milagro.

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