miércoles, 9 de marzo de 2011

9 de marzo 2011

Casi todos los años en el día internacional de la mujer recibo muchos mensaje de: Feliz día!! No fue así este año. Casi todos los años mis amigas me llaman, arreglamos para ir a "festejar" tomando un café o algún almuerzo. No fue así tampoco . Ni siquiera recibo el tradicional llamadito del tío Alejandro.
En general acato los mensajitos e invitaciones a regañadientes. Para mí no es un día de festejo sino de conmenoración, de protesta. Andar brindando y haciéndose regalitos es banalizar el hecho de tener un día asignado para hacer escuchar las injusticias, los abusos y sacrificios que han tenido que soportar las de nuestro género en el largo camino de resignificación de la cuestión de ser "mujer". Desoír las injusticias y abusos que aún se ocurren. Supongo que no hace falta ser dramático tampoco. Ellas se alegran de su condición, se alegran del hecho de tener un día de "orgullo femenino" pero sin reflexionar tal vez profundamente que es ser "mujer" en este mundo.
Lo que más me molesta no es la reacción de ellas, sino como se naturalizan estas conductas banales. Como se asocia lo espiritual con el consumo y nosotros como corderitos vamos y consumimos. Y ahí tenemos la Navidad, la Pascua y otras celebraciones, que son espirituales, que son para reencontrarse con la fe y lo único que terminan significando es consumo. Yo no soy lo que se dice religiosa, pero hace 2000 años vivió un tipo que predicó en contra de todo lo que hoy somos, de nuestra vanidad, nuestra ambición, desprecio por la vida, violencia, en contra de la desigualdad y la opresión de los poderosos sobre los pobres y las mujeres y para homenajearlo no tuvimos mejor idea que hacer una super joda, con morfi y regalos. Y cuando lo crucificaron y se fue al cielo luego de que lo condenáramos y lo torturáramos por nuestros pecados, no tuvimos mejor idea que homenajearlo gastando fortunas en chocolate. Los mismos tipos que dejó para representarlo en el mundo, para defender sus ideas y llevarlas a todos los hombres del mundo, lo traicionaron y lo usaron, encontrando en su prédica lo que necesitaron para reforzar su poder y seguir dominando a los mismos perdedores de siempre. Divino lo nuestro...
Pobre flaco... nunca dudé de sus buenas intenciones.
En fin, espero que no sea lo mismo con nuestro día, con nuestro derecho a repensarnos, a seguir protestando y conquistando, a seguir exigiendo que se nos piense y se nos considere distinto. Los dueños de los shoppings son hombres o mujeres que piensan como tales. No les entreguemos nuestra alma, compañeras. No dejemos que los mercaderes invadan nuestro templo. Mejor quedémonos en casa, atendiendo a la familia, o en el laburo detrás del escritorio o delante de la máquina dando el ejemplo, haciéndonos respetar, siendo solidarias con nosotras mismas, dignificando cada acto que afirma que existimos y somos engranaje del ser de todos los que existen.

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