lunes, 31 de enero de 2011

31 de enero 2011

Ancohe tuve un sueño. Una conversación bajo los árboles, en las antiguas vías abandonadas del tren del río, antes de que en los noventas las despertasen de su quietud romántica y salvaje. Todo era muy verde y olía a madera húmeda, a sombra y a árboles olvidados. En el sueño yo era otra, es decir, los noventas eran otros diferentes a los que fueron para mí. Conversaba con alguien con quien en la vida real muy pocas veces pude "conversar". Mi pelo se desperramaba en el viento, la moto dormitaba a mi izquierda. Humo de un cigarrillo en una boca callada y profunda, una remera amarilla, pañuelo en el cuello, piernas largas, muy largas. Le decía cosas que a nadie le dije, confesé miedos y me descubrí sintiendo cosas que en aquellos años no me hubiera atrevido a mencionar. En un momento una sensación muy extraña se albergó en la boca de mi estómago, como una nausea acalorada que indicaba angustia. La sentí tan horrendamente real que me desperté y percibí los mismos sonidos en la habitación que suelen recurrir cada vez que recuerdo y sin querer invoco los fantasmas del pasado. Y sin saber como termino inventando uno que no fue, que no será a pesar de los sueños.

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