martes, 25 de enero de 2011

25 de enero 2011

Cayeron dos gotas locas y fue peor el remedio que la enfermedad.
El vapor del asfalto calcinado se me adhiere al humor, a la nariz, al pelo y bufa por mi boca tensa de calor y fastidio. Qué tarde de perros!!
Me siento frustrada, como si el cielo se hubiera burlado de mí con una promesa de mi fabricación personal y que él jamás pronunció. Lo imagino diciendo: Te dije, es lo que hay, ya vendrán tormentas mejores. Una mueca en su semblante parece burlase de mi deseo, de mi espera absurda por lo que jamás fue prometido. ¿Tuve al menos la decencia de pedir? O simplemente creí que caminando encontraría lo que necesitase. Que el cielo proveería lluvias suficientes para anegar mis campos de arroz y alimentar mis semillas. ¿Tuve al menos la dedicación de sembrar? O confiada de mí y de mis dones, tomé de los sacos lo que encontré y lo arrojé a ciegas, con imperturbable optimismo y frialdad. Y luego las semillas prosperaron donde pudieron y con lo que encontraron para sostenerse.
Observo el cielo gris nutrido, acopiando para sí mis respuestas, tal vez esperando un viento que las arroje lejos de mí, a suelos más fértiles, a surcos más juiciosos porque sabe que allí encontrará su réplica.

Trato de aplacarme con unos mates bajo el ventilador. Prendo un sahumerio para ahuyentar el olor horrendo a humedad.
No hay claridad ni temperatura para seguir escribiendo, mucho menos para seguir esperando; aunque ilusione el viento del sur.


Más tarde
Humor mejorando por la noche con perspectiva de sueño tranquilizador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario