jueves, 27 de enero de 2011

27 de enero 2011

El pequeñín chapotea en la pileta y el adolescente en sus mundos de amistades reales y virtuales.
Miro por enésima vez El Jinete sin Cabeza hasta que escampe la siesta. Uy, los labios de Johny, los ojos negros de pupila encendida, como cometas... ¿Te acordás, amiga? Qué hombre tan bonito!!
Amanecida en el mismo estado turbado que los anteriores días, esta vez me obligo a escribirlo todo para terminar de drenar la amnios anestésica en la que permanezco estancada. Pienso en ese fluido que me mece, en esa realidad caótica y confusa que paradójicamente se me presenta impenetrable, mezquina, tiesa- Pienso en el fluir y recuerdo los momentos de meditación y visualización cuando estudiaba astrología.
En esos momentos me pareció tan bello, tan pacífico nadar en el silencio. Sin tener que hablar, ni oir, sin necesidad de explicar ni responder a nada porque todo estaba allí, en la claridad y la frescura profunda del agua. No importaban el principio ni el fin de las cosas. Todo se podía presentir y comprender sin mediar más que un gesto. Qué dulce sensación de libertad jamás imaginada. Piscis.
Fue hermoso descorrer las piedras en el fondo y ver salir al niño sonriente como un sol, mirándome a los ojos, abrazándome. Dejarse conmover por esa sensación de comunión, de felicidad absoluta y comprensión. Me encantó perderme en la tranquilidad de esa profundidad infinita de su mano. Toda la luna cabía en mí, toda la luna y todo el mar.
Fue un instante revelador, que no pude decodificar enseguida (o sí, y lo negué tres veces antes de que gallo acabase de cantar)
A Rosita le encantaba ese ser servicial y fiel. Ese ser en mí, soñador y sensible, incomprendido, solitario y poeta. Piscis.
Ella me enseño muchas cosas, me abrió muchos caminos. Creí tener el mar en mi puño, ser el mar abrazado con el cielo, sin adentro y sin afuera. Sin cuerpo y sin urgencias, pero me equivoqué.
Afuera hacen falta la palabras y las acciones. Y la claridad parece diluirse entre voluntades y discursos que no convergen a la profundidad del mar, a la dispersión, a la entrega. Todo es más denso que el azul, más pesado que una masa informe y fluctuante. Adentro hay libertad pero se está solo. Afuera es sólo una fantasía que se crea cuando estar dentro se vuelve agobio y duele. Adentro no existe el deseo, la ilusión y el sueño, sino lo que es: lo irremediablemente real, lo cercano a Dios. La finitud de nuestro alcance es el afuera donde el adentro se torna postración, dolor, enfermedad, inmovilidad, sacrificios. Piscis.
Tenía que venir él a enseñarme... y duele aún más.
Es entónces cuando quiero desgarrar el saco y arrojar lejos de mí los girones. Toda mi naturaleza me grita que hay un espacio más etéreo donde los puentes flotan sobre las nubes y los caminos son miles y móviles. Mi memoria y mi conciencia están labradas de aire, me tientan a remontarme lejos, a flotar desprendida. Me arrastran de donde vengo, pero hacia donde ya no pertenezco. Voy y vengo a los tumbos tratando de satisfacer un ego ensombrecido, pero no puedo. Porque aunque no quiera, aunque haya nacido otra, no puedo dejarlo solo nadando en el mar.


Por la noche
Ay, cuanto me cuesta la versión simbiótica de mi ser. Piscis. Corren las lágrimas por sus mejillitas y nunca se quien llora.
Una vez un profesor dijo: "Los niños reproducen de manera incomprensible la fantasía inconciente de sus padres."
Recuerdo alguna vez haber tenido esa fantasía de no existir, de borrar registro de mí para que nadie me recuerde.
¿Porqué tuvo que resonar así?
Permito el desahogo, la catarsis acuosa, con la esperanza de expiar las últimas tristezas y mañana amanecer redimidos por un nuevo cielo.

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