miércoles, 6 de julio de 2011

6 de julio 2011

Extracto de un poema personal que escribí hace 3 años: Si existen fechas de vencimiento para lo que se siente, no lo sé, en mi corazón no hay relojes que giren en las dimensiones de tiempo establecidas para apuntar la ración razonable de vida útil de un sentimiento.
Cada vez me convenzo más de que algunas cosas no tienen edad, que parecen agotadas pero están ahí, como en stand by, esperando su momento.
¿Ando con pocas ganas de escribir ultimamente? Si. No tengo la urgencia de verbalizar todo lo que siento. Hacía falta ocuparse de hacer y de poner la cabeza otra vez sobre los hombros.
Varias cosas decantaron de este proceso que se desató.
Punto uno: Lo citado anteriormente
Segundo: No hay mal que por bien no venga, aunque suene cursi es lo que demuestran los hechos para el mejor de los casos.
Tres: Me ilusiono a pesar de todo, porque la ilusión me alimenta y me mantiene sonriendo mal que sea para los pocos espectros que atestiguan el amor que siento y el que entregué, el que busco reclinando los hombros sobre la almohada y cerrando los ojos con el ceño entrecortado por una luz que me ilumina entera cada vez que me ilusiono.
Anteúltimo: Te abrazo sin rozar tu cuerpo y te hablo como una loca, llenando cada espacio de mi mente con rostros de vos para vaciar mi soledad y no marchitarme acá viviendo y vos? Allá...? Quién sabe... Ya no importa, o tal vez no importe aún, todavía, que más da...
Último: El único miedo que me agita es no encontrarte y eso, a como están las cosas, ya sabemos que no es posible. Algún día las sombras se van a abrir y me vas a encontrar para tomarme de la mano, me vas a rodear con tus brazos para abrazarme, para seguir queriéndome y fundirte conmigo sin el apuro de las convenciones o el dolor de lo que no fue.

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