domingo, 26 de junio de 2011

26 de junio 2011

¿Puede ser que todos habiten en la muerte ya? Esas almas fieles y enormes que me pudieran comprender. Los dueños del abrazo que necesito, del beso, del consejo de sol y la luna de espejos bordeando secretos y caricias cálidas que se esfuman en recuerdos de lo que no fue, de lo que no llega. Debo suponer que no hay tiempo, no hay espacio. Debo agradecer el amor, venga de donde venga, y vivirlo donde se encuentre. Suponer que ya no habrá materia donde arraigarlo, que solo es espíritu y allá se anida, y allá se anuncia desde los sueños.
Ay de mi soledad cuando despierto, cuando las paredes se me empiezan a cerrar sobre las sienes. Ay de los que caminan conmigo por la vereda verduzca, los que soportan mi silencio consentido.

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