sábado, 16 de julio de 2011

16 de julio 2011

Al fin se concretó lo esperado durante meses. Vino Pablo, "la escusa", y terminamos después de años, varios de nosotros, "los chicos del barrio" comiendo pizzas con birra en mi casa.
Seis o siete años estuvimos juntos, compartiendo muchas cosas, creciendo.
Para todos fue un paréntesis de existencia intensa impresa con fuerza en el alma. Indeleble. Me encantó mirarlos a los ojos y saber que los conozco aún, que son los míos, aquellos en los que invertí miles de horas entre mates lavados, calles de tierra, calor, humedad, risas, humo, música y hojas de papel. Es el mismo cariño. Sigo descubriendo en sus miradas esa conexión que se dió pura y natural, como concebida desde antes de nacer. Uno a uno los repaso y los distingo no tan distintos, para nada ajenos a pesar de los años: Se ve que sufrió y tuvo que madurar de golpe para ser su sostén y su alimento, para reencontrarlo al fin y al cabo en sus raíces... se ve que apostó y vió la bola rodar muchos años sin saber bien en que número podía caer y perdió mucho, pero no todo... se ve que tuvo la nobleza para domar mares de cemento y mares de soledad para armarse su destino... se ve que sigue esperando visitas en un living tan grande y cálido como su corazón con objetos que conspiran a escondidas las ganas de protagonizar la próxima aventura... se ve que es tan grande su sensibilidad que le cuesta tocarla... se ve que te extraña, mucho, y sintió tristeza y algo de miedo cuando el suelo se le esfumaba y todo se empezó a desintegrar, porque ese universo que se hacía girones tenía una cuadra y media de radio y pesaba millones de toneladas de amor, de momentos escritos en primera persona, dejarlo era como morirse un poco, como dejar de ser uno mismo y tener que inevitablemente reescribirse de nuevo en un idioma desconocido donde tal vez no nos podíamos entender tan bien. Tal vez era tan inmenso que había que partirlo para dejarlo ser y que cada uno pudiese custiodar una parte, darle paisajes nuevos donde hundir los ojos, otros caminos para recorrer y seguir aprendiendo.
Se vió que estabas ahí... porque eras el sol, eras la sonrisa donde convergían todas las sensaciones.
Al final estábamos juntos, porque nos llevábamos a todas partes en la materia donde nos hicimos.
Veinte años de soledad finalmente me abondonan y se llevan sus fantasmas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario