domingo, 4 de septiembre de 2011

4 de septiembre 2011

Mientras me comunico por el chat con mi amigo que vive en España, inicio la conversación con dos notables comentarios: "con tormenta de Santa Rosa encima"... "está todo negro...". Significativo, no?
Vicio de rayólogos analizar todo.
Se viene la tormenta, se ve todo negro, pero no, detrás está la claridad esperada. Siempre, por fortuna, hay cielo azul despejado.
Neptuno está en Piscis y las aguas vienen subiendo. De repente me doy cuenta de que en las últimas semanas me cubrí de océanos. Dos universos simbólicos, oceánicos y bellísimos, la música es uno, el otro es la palabra. El resto de la vida son peces que se deslizan en ese vientre, luces que lo serpentean desanudando la quitud, la oscuridad silenciosa de sus dominios tan profundos que uno se pierde, se desintegra y se vuelve a armar mil veces en manos invisibles.
Estoy cubierta de tormenta, de cosas que me duelen y me agitan. Y sé que, a pesar de parecer el pez en el agua, hay momentos en que no escucho, momentos en los que simplemente y sin que me hechen, me voy.
Hoy, que no siento tanto miedo, puede "ver" emerger varias cosas del escondrijo pluvial.
Cosas para decir, algunas para sentir y para ir pensando mientras seguimos nadando.
Cosas para perdonar y redimirse.
¿Y saben qué? Acaba de salir el sol.

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