lunes, 21 de febrero de 2011

21 de febrero 2011

De regreso al pago. Pilas: a medio cargar. Estaba mejor hasta esta mañana, sin dudas. La ruda se secó. Mal presagio. Ya me lo venía diciendo mi vieja, que le ponga una compañera porque la pobre solita estaba absorbiendo toda la mala onda y no iba aguantar. Mal presagio. Hasta mi viejo que es un descreído se sorprendió cuando la vió media muerta. Todo el jardín está verde, fresco y florecido. Aprovechando la suerte terminal de la ruda, las hormigas arremetieron contra el rosal y lo dejaron peladito, peladito... Qué va a ser... Cosas de la naturaleza. Para que algunos sobrevivan otros perecen. Ojalá se recupere mi pobre rosal, pero lo dudo. Todos los veranos sucede lo mismo y todos los 21 de septiembre mi marido se aparece con uno o dos rosales nuevos que no sobreviven el verano. Le digo y no me hace caso. Insiste, subestimando la perseverancia de las hormigas, su laboriosidad anti venenos líquidos y polvos tóxicos.
Pero en fin, no todas son pálidas cuando de ciclos naturales se trata. Durante una semana dormí con el rumor del río como arrullo. Abrazada por cerros tan monumentales como cálidos y calmos. Fui feliz esos días. Me sentí lejos, muy, muy lejos de todo. Acá también me siento lejos. Pero sin la sensación de felicidad que me colmó por poquitos días. Que me devolvió algo de sonrisa y de paz.

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